martes, 23 de noviembre de 2010

DIRTY DANCING


Las luces de la ciudad poco a poco se hacen paso entre la noche. Las farolas, los carteles, las viviendas, las estrellas. El cielo negro. El aire frío. El invierno. La oscuridad.

Te siento desde lejos, sé que ya caminas lento, hacia mi encuentro.

Lleno la taza con té, abrazo la cerámica con los bordes de las mangas del pijama. Dejo que el vaho acaricie mi cara, sudándome la piel, regalándome su olor.

Me hago sitio entre la cama. Recupero la última página leída del libro de la semana. Enciendo un cigarrillo y apago mi realidad para entregarme a la ficción narrativa.

Sin embargo, poco a poco, llegas.

Una hora y media miro por la ventana. Es noche cerrada. El corazón se me acelera y las sábanas se me antojan melancólicas, filtrándose en mi piel, como tú lo hacías. Intento volver a esfumarme de mi habitación leyendo un poco más, apelando a la suerte de quedarme dormido sin tener que estar tú y yo a solas en la oscuridad.

Nada sirve, nada es suficiente.

Da igual que sea un libro, una película, una serie o la hebriedad del fin de semana.

Siempre llegas, siempre me tocas y siempre me haces daño.

Entonces todo empieza. Imagino tu rostro; el calor en mi pecho, pienso en dónde y con quien estarás; el nudo en el estómago, retumban viejas frases en mi cabeza; y un mar de tristeza asola la orilla de mi débil fortaleza.

Los recuerdos me toman de la mano y me llevan a cada beso, a cada promesa. Y siempre me besas, siempre repites que siempre me querrás, y yo, ineficiente, grito e intento escapar. Duele. Dueles en cada centímetro de mi alma, de mi anatomía, anidas en mi pecho y por más que me esfuerzo la mente siempre pierde en el intento de destronarte.

Te odio. Te odio por que una parte de mi te sigue queriendo. Y no lo entiendo. Así que me odio a mi también, odiándolo todo, odiándonos a ambos, a lo que fuimos, a la incongruencia de lo que soy.

¿Por qué tuviste que volver? ¿Por qué volviste y me cogiste la mano? Confiaba en ti, confiaba en ti. Eras la única persona que nunca me ibas a hacer daño, me lo prometiste, volviste, me lo pediste, me besaste, me lo prometiste.

Y ahora solo queda eso, daño, daño de lo que fuimos, daño de lo que hiciste, daño de lo que queda, sólo yo, en mi vida, en cada noche, despierto o ya en sueños. Vivo o muerto mi mente siempre te encuentra.

Quiero regalarle mi sexo a alguien. Por venganza, por despecho, por falta de autoaprecio. Te metiste en mi cuerpo, me hiciste colarme dentro de ti. Maldita seas, ya ni me siento mío, me siento de nadie, del viento, del recuerdo.


Cuando abro los ojos, cada mañana, tengo la plena sensación de que, como un fantasma, has vuelto a mi lado, mentiroso, de nuevo dentro de mí. Te has vuelto a colar sin mi permiso, violándome el alma. Y la luz de la mesilla que permaneció encendida... no pudo hacer nada.



Sarah McLachlan - Angel
Pasas todo el tiempo esperando
por esa segunda oportunidad.
Un descanso que te haga sentir mejor;
siempre hay una razón
para no sentirse lo suficientemente bien.
y es dificil al terminar el dia
necesito una distracción
oh hermosa libertad
Los recuerdos se filtran por mis venas
dejame estar vacia y sin peso
y tal vez
encontraré esta noche
algo de paz.

jueves, 11 de noviembre de 2010

YO ESTOY GENIAL ¿Y TÚ?


Cuando te vas haciendo mayor aprendes a mentir. Podemos negarlo, pero con el tiempo... la verdad se vuelve innegable.

Mentir es necesario.

Entenderlo es fácil: Si te cruzases con una persona que te rompió el corazón hace una semana y esta te preguntase - "¿Qué tal te va todo?" - sólo habría una única respuesta posible: "Yo estoy genial ¿Y tú? ".

Da igual lo que sientas, da igual lo que lleves por dentro. Le arracanrías la cabeza, pero en vez de eso sonríes e intentas mantener la compostura.


Mentir es necesario. De no hacerlo seríamos un cristal llano y transparente, un escaparate permanente de nuestros sentimientos. Un blanco fácil para los demás.

Somos personas, tenemos sentimientos. Todos, uno por uno... sufrimos... caemos... lloramos. No hay opción en ello, no es algo que puedas elegir no hacer. Sentir, para bien o para mal, forma parte de nuestra condición humana. Es lo que nos mantiene calientes, con vida, con luz.

Sentir o no sentir no está en nuestra mano. Ocultarlo, sí.



¿Ves la sonrisa que hay en mi boca?
Esconde las palabras que no brotan.
Los amigos que creen que soy afortunado
No saben que mi cabeza está hecha un lío.
No saben quien soy en realidad
Y no saben por lo que he pasado.
Pero tu sí
Estoy hecho para ti.